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Autor Tema: Criado en una denominada "Secta", efectos sociales.  (Leído 1613 veces)
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« en: 09 de Mayo de 2008, 07:56:32 pm »

Para los que tuvieron a sus hijos en la secta del collado,los que aun tienen hijos que estan en la secta del collado. (Un poco extenso pero interesante)


Condiciones de socialización y efectos en la adolescencia


Hijos criados en una “denominada secta” corren el peligro de no adquirir durante su desarrollo ninguna habilidad de pensamiento y actuación independiente. Eso expresa sobre todo en la dificultad de llevar una vida determinada por sí mismo tras una eventual salida del grupo. En la Universidad de Zurich (Instituto de Psicopatología de Menores), las autoras disertan sobre el tema en el trabajo “Infancia en un grupo religioso – entre el aislamiento y la separación”.

Según los cálculos aproximados de expertos, sólo en Alemania unos 100.000 hasta 200.000 niños y jóvenes se crían en las “denominadas sectas” (en adelante denominados “grupos” con una tendencia coercitiva). Por la pertenencia al grupo, los menores crecen en un ambiente que rige por una ideología inapelable y que pretende aislarles o incluso separarlos del mundo exterior, pues el grupo está convencido de ser el único que posee la “Verdad” absoluta.

La vida conforme a los mandamientos y prohibiciones del grupo puede llegar al extremo de que los menores sólo pueden utilizar instalaciones de educación, formación y ocio propios del grupo. Los contactos y experiencias fuera del grupo están suprimidos o al menos limitados. A los niños, que a diferencia de sus padres sólo conocen la vida del interior del grupo, eso les hace ajenos a la realidad. Además, se les niega la oportunidad de ir aprendiendo a lo largo de su desarrollo y a desenvolverse fuera del grupo.

Educación para la obediencia absoluta

Cuanto más se aíslan los miembros del mundo exterior, más intensa será la influencia y la dirección que ejerza el control del grupo sobre la vida cotidiana de sus miembros. Bajo estas circunstancias, la educación infantil suele estar marcada por la ambición de orientar a la descendencia conforme al sistema religioso del grupo en cuestión.
“Había 100 y 1000 reglas. En realidad, dictaban toda tu vida”, explica Katja T. (todos los nombre han sido cambiados). Perteneció a los Niños de Dios (actualmente “La familia”), un grupo de carácter milenarista. Vivió casi diez años con su marido sus cinco hijos en las comunidades propias del grupo. Ella nos relata que “A edad muy temprana, nuestro hijo mayor ya fue una persona muy autónoma, muy independiente que tenía sus propias ideas, (…) Ejercieron sobre él una presión tremenda, también sobre mí, para lograr que se comportase de acuerdo a su rígidas normas. No pudo expresar nada de lo que simplemente quería hacer a su manera (…). Nos dictaron prácticamente en todo momento lo que debíamos sentir y cómo debíamos ver las cosas. (…) En ningún caso, nos pedían que nuestros hijos mostraran autonomía”.

Como el caso de Katja, los contenidos religiosos e instrucciones de actuación son considerados inapelables; el fomento de formación de una opinión propia y la capacidad crítica, que facilitarían a los jóvenes el pensamiento y la actuación independiente, no forman parte de los objetivos a conseguir. De este modo les falta a los menores cualquier apoyo cuando tratan de aprender, conforme vayan cumpliendo años, a llevar una vida autodeterminada asumiendo su propia responsabilidad.

Esto es lo que ocurre cuando en el seno del grupo reina una actitud contraria a la crítica y enseña a los menores a vivir estrictamente conforme a los mandamientos y prohibiciones específicos del grupo, independientemente de sus necesidades, intereses y habilidades individuales. Se consigue en grupos de una estructura fuertemente jerárquica mediante la educación de obediencia absoluta, a menudo empleando castigos corporales. Sin embargo, generalmente prevalecen los medios de presión psíquicos sutiles, apelando con demasiada intensidad a la conciencia y al juicio del niño. Esa clase de actitudes educacionales puede conducir a una excesiva sumisión a la autoridad y a una relación de dependencia. Si los menores no pueden o deben cuestionar los contenidos religiosos transferidos, se complica enormemente el proceso de emancipación de los padres y, en su caso, del grupo. Es mayor el peligro de que no se logre “cortar el cordón umbilical” y que eso conlleve a una ruptura total con los padres y la comunidad.

La vida en dos mundos

En el caso de que los menores vayan a una escuela pública, como suele ocurrir, se da la posibilidad de conocer también visiones y formas de pensamiento ajenos al grupo. Pero esta circunstancia no deja de ser problemática, porque los padres suelen insistir en que sus hijos durante su vida cotidiana en la escuela se mantengan alejados de todo cuanto podría oponerse a los contenidos religiosos específicos del grupo. “Siempre nos decían que nosotros teníamos la verdad, en el grupo y allá en el mundo”, explica Claudia. Ella creció en una familia que pertenecía a una comunidad cristiana fundamentalista, los Anabaptistas Evangélicos. Desde pequeña le inculcaron que el mundo exterior era maligno y pervertido y que por tanto había que rehuirlo. Si bien siempre iban a la escuela pública, en su tiempo libre nunca podían tener contactos con no miembros ni participar en actividades extraescolares. “No podía participar en nada, siempre nos quedábamos excluidos”. Si los menores se rebelan contra las indicaciones paternales, deben hacerlo en secreto. Lukas, cuyos padres son Testigos de Jehová, cuenta que cuando era adolescente a menudo participaba en secreto en actividades de un club de deporte y pasaba su tiempo libre principalmente con no adeptos a pesar de las prohibiciones basadas en la ideología. Acerca de ello afirma: “Participaba en todo, pero siempre teniendo mala conciencia (…) Te lo hacen pasar tan mal que ya no tienes otra opción que desarrollar tu propia estrategia para administrar tu vida y ocultar ciertas necesidades, o hacer simplemente todo de forma encubierta, y acostumbrándote así a llevar una doble vida”.

La decisión de salir

Al hacerse mayor, se va haciendo más difícil supeditar las necesidades personales a las pretensiones del grupo y en consecuencia, se va intensificando el deseo de separarse del grupo. “Para mí fue una sensación difusa que me iba impulsando a salir, percibía una sensación de no tener espacio, de no poder respira, (…) de no poder hacer nada de lo que quería”, explica Lukas. Cuando empezó a interesarse por una carrera en el terreno del arte, no se aplaudieron sus intenciones dentro de los la comunidad de los Testigos de Jehová. Pese a las resistencias internas del grupo, inició su formación artística y en su nuevo entorno entró en contacto con cuanto había estado “prohibido”. “O sea, un mundo nuevo con todas sus consecuencias. También viví a tope todo esto”, afirma. Quería hacer todo lo que siempre se le prohibió” sin mala conciencia, sin cuestionarse, simplemente hacerlos sin más”. En ese mundo nuevo fumaba, bebía alcohol, consumía hachís y también tuvo una novia por primera vez. Eso le gustó tanto, que al final se separó del Grupo.
La decisión de abandonar un grupo, se debe entender como un proceso al que precede una fase prolongada, durante la cual va madurando la idea de la salida. Los motivos pueden ser, por una parte, los conflictos psíquicos internos que llevan al afectado a una mayor presión provocando sufrimiento y críticas al grupo. Por ejemplo, cuando no se pueden satisfacer necesidades individuales  por la forma de vida exigida por el grupo, o cuando las experiencias negativas dentro del grupo comienzan a predominar; entonces el deseo de salirse se agudiza, como en el caso de Lukas. Por otra parte, a menudo son circunstancias externas las que provocan la salida de los miembros del grupo. En eso, desempeñan un papel significativo los cambios en las relaciones interpersonales, como por ejemplo un divorcio, un cambio de domicilio o el inicio de una formación profesional.

En busca de una nueva identidad

Especialmente duro es el proceso de desvinculación cuando los afectados deben decidir entre el grupo y su familia, ya que la salida conlleva una ruptura de relaciones. En esta fase son de mucha ayuda, los familiares que no pertenecen al grupo, como abuelos o amigos, que ofrecen a los ex adeptos una red de seguridad y apoyo. Si está consumada su salida del grupo, los ex adeptos deben intentar adaptarse a una nueva manera de vivir. En el momento inmediatamente posterior al abandono de la comunidad de Vida Universal y a su 17 años, Julia tuvo que acostumbrase primero a seguir su propio camino en la vida. “Puesto que antes siempre tenía una especie de manual, me sentía bastante perdida cuando ya no había nadie que me dijera que debía hacer y pensar. Me había encontrado siempre en un mundo falso determinado por lo que mis padres habían vivido y hecho”.

Superar el vacío

Cuando Claudia se marchó de la Comunidad de Anabaptistas Evangélicos tenía unos 25 años. Primero se sintió como alguien que sale de la prisión tras años de cautividad. Sólo con muchas dificultades se fue librando de las normas del grupo, “las prohibiciones tenían un efecto tan, tan intenso”, nunca se le había ocurrido entrar a una biblioteca, la prohibición de leer e ir a la biblioteca le había afectado mucho mientras fue miembro del grupo. Lukas describe esa fase de re orientación como una especie de “mundo intermediario”. “Ya estaba fuera en realidad “ ya no era Testigo de Jehová), pero aún no se situaba en ningún otro lugar. “No era suficiente llevar el pelo largo, conducir un coche y fumar porros”. Para superar la falta de orientación muchos “ex adeptos” se dirigen a un nuevo sistema que tiene estructuras parecidas al grupo abandonado. “ Tras el intenso control en el grupo me encontré en un vacío, de modo que huí a una Iglesia libre, que en apariencia tenía ciertos puntos en común con el grupo”, explica Karja.

Como demuestran los ejemplos, el reto para los ex-adeptos radica en deshacer sus antiguos valores y normas de referencia y reemplazarlos por otros nuevos. Ese proceso afecta a la idea de religión, pero también en gran parte a la visión que se tiene de sí mismo y del entorno. “No formo parte de este mundo” explica Lukas, “son cosas que tienes asumidas, asimiladas y de las que ya no te puedes librar”. Incluso muchas veces le sobreviene sensaciones de exclusión, pero ya ha aprendido a sobrellevarlas.

Para los que aun creen que si se salen de la Secta del Collado "el mundo se les vendra encima", nada de ello....no estan solos.
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enveleco
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« Respuesta #1 en: 09 de Mayo de 2008, 11:13:30 pm »

GRACIAS ZORG POR TAN BUEN MENSAJE,DEFINTIVAMENTE ESTA ES LA MISION VIRGEN DEL POZO, NO :018: TIENE NADA QUE ENVIDIARLE, SI NO QUE LO DIGAN LOS JOVENES QUE ESTUVIERON DENTRO DE ELLA , Y QUE AHORA YA SON ADULTOS, COMO ESTO HA TENIDO UNA GRAN REPERCUCION EN SU VIDA, TOTALMENTE NEGATIVA :100:
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