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Autor Tema: Las hormigas mueven la montaña  (Leído 1637 veces)
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Gilberto
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« en: 09 de Agosto de 2011, 10:12:47 am »

Hola amigos del foro.
No soy muy afecto de reenviar mensajes por internet pero hay algúna que otra reflexión que realmente vale mucho la pena. Como el que les comparto a continuación:


LAS HORMIGAS MUEVEN LA MONTAÑA

Juan Miguel Zunzunegui

No más desesperanza, hoy me cansé. Ya sabemos quiénes son los que no darán nunca una solución, de ellos nos quejamos, me quejo, a diario. NADA podemos ni debemos esperar ya de los políticos mexicanos que deshonran a la política y a México. Pero qué hay de todos los demás, de nosotros. Hace pocos días me quedé pasmado ante una pregunta que no esperaba y para la que no tenía respuesta: ¿y tú cómo participas?, ¿a quién estás ayudando?

Se derrumbó mi teoría del granito de arena cada quien en su trinchera: “yo escribo, denuncio, critico, alzo mi voz, emito mi alarido por los tejados del mundo, esa es mi parte”. Pero escribir es cómodo y fácil para mí, no tengo mérito alguno en eso, ninguna vida específica está cambiando sus posibilidades gracias a mi pluma. Nada. No estoy haciendo nada y por eso ahora reformulo la pregunta, o más bien, la traspaso; tú, el que ahora lee, a quién estás ayudando.

Yo no puedo cambiar el mundo, claro, y ahí está el escape de todos los que no lo cambiamos. Yo no puedo cambiar el sistema, ni organizar el planeta, ni detener el cambio climático, ni evitar la hambruna en África…, así es que no hago absolutamente nada. Veo un mundo injusto y putrefacto que me desquicia, y al que no estoy cambiando, que se me escapa entre los dedos sin que yo cierre el puño y lo detenga.

Veo un planeta donde no soy parte de la solución y por lo tanto agravo el problema. Todos esperamos al héroe y nadie lo busca dentro de sí mismo. Es un hecho, yo sólo no puedo cambiar el mundo, pero una estrella no amilanaría la oscuridad del universo. El cambio sólo será posible cuando la fuerza de muchos se haga la fuerza de uno, cuando todos formemos ese gran puño que puede derribar lo invencible, hasta ser como las hormigas que juntas mueven la montaña, como las gotas de agua que forman un océano, como las estrellas, que juntas, si iluminan La Tierra.

Ante la indolencia de los que nos dirigen propongo una masiva operación hormiga. ¿Qué pasaría si cada uno de todos los que SI tenemos un futuro, una visión, una esperanza, una vida, una posibilidad…, decidiéramos comprometernos con una vida más además de la nuestra?, ¿y qué si cada quién se compromete a cambiar un futuro? En México somos 112 millones de habitantes y unos 50 millones de ellos no tienen futuro ni esperanza…, pero también hay millones que vemos el mañana y vislumbramos luz, y muchos, muchísimos de esos seres humanos en los que me cuento, sólo tuvimos el mérito de nacer en el momento, lugar y familia adecuada. No hemos hecho nada. Pero podemos multiplicar todo por dos.

México es tristemente poseedor de una sociedad muy inmóvil, donde el sitio y posición en que naces te determina, casi nunca subirás y casi nunca bajarás. Si a eso sumamos que los de arriba van a escuelas para los de arriba, donde se les enseña a quedarse arriba, y además se casan con otros de arriba y se prestan contactos entre los de arriba, el círculo es perfecto, cerrado y pequeño. No hay invitados de fuera.

Sin más rodeos, lo que la gente necesita no es esperanza sino oportunidades, y cada uno de los que no podemos cambiar el mundo, SI podemos cambiar una vida. La invitación a ti es simple, elije una vida con potencial y sin futuro, y dáselo, cambia su mañana, enciende sus estrellas, introdúcelo al círculo. No es una invitación a dar en la calle, a regalar ropa de vez en cuando, a donar ocasionalmente, mucho menos a redondear y a poner tu peso para la Cruz Roja y pensar que ese es tu aporte. Elije una vida y ofrécele el mundo, comprométete por toda tu vida con toda esa vida. Dale la visión, abre sus ojos, muéstrale otro mundo al que puede aspirar y dale las herramientas.

Y si alguien lo considera idealista, imposible, improbable, quimérico…, tengo el caso de la vida real. Cuando era adolescente, mi grupo de amigos y yo tomábamos por asalto cada fin de semana la casa de uno de ellos; la muchacha del servicio nos preparaba quesadillas mientras nosotros, por el mérito de nacer donde debíamos, veíamos películas, nadábamos o compartíamos estupideces. Mi amigo y su padre la educaron; leyó, estudió, se graduó y no hace mejores quesadillas, sino administra la empresa de mi amigo. Claro que se puede.

A nadie le interesa aprender a leer por leer,  pero lo anhelará si ve que en efecto le abre un mundo. Abramos el mundo. Lo he dicho y lo repito; la educación es la solución, pero no por sí sola y por sí misma, sólo si la educación amplia horizontes y borra fronteras sociales. Podemos ser una de miles de hormigas, una de millones de gotas del océano una de billones entre las estrellas del universo que iluminen de una en una nuestro pequeño mundo.

Todos los que, por la razón que sea, tenemos posibilidades, muchas o limitadas, conocemos a alguien que no las tiene. No le demos nuestra caridad, démosle una vida, elije una vida y cámbiala para siempre, y no esperes a que otros comiencen, que entonces todos esperaremos. Sal, mexicano comprometido, salgamos, a poner ese ejemplo. Sé un héroe para una persona.

Cada ola escupe a la playa cientos de estrellas de mar que morirán ahí. Un niño aventaba de una en una de vuelta al océano hasta que el viejo le comentó: “no vez que por cada una que devuelves el mar saca cientos de nueva cuenta. Nadie notará la diferencia”. El niño tomó una más y la arrojó de vuelta al océano mientras aleccionaba al pesimista: para esa se nota una diferencia. Sé como el niño, soñador, y devuelve una estrella de mar sin esperanza de vuelta al océano. Sé una hormiga, sé una gota, sé una estrella.
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